La administración de PRP en la piel estimulará la producción de las fibras que le dan tensión, consiguiendo revertir los signos de su envejecimiento logrando una piel visiblemente más tersa, iluminada y joven.
El tratamiento consiste en la aplicación intradérmica del PRP, su finalidad es activar de forma natural las funciones del fibroblasto, célula encargada de mantener la estructura y calidad de la piel a través de la producción de fibras elástica y de colágeno.
El PRP es un tratamiento personalizado. La cantidad de sesiones que necesite el paciente dependerá del grado de envejecimiento y las características que presente su piel.
Los resultados del tratamiento son apreciables a partir de los primeros días desde su realización, alcanzando el máximo beneficio al cabo de un mes, pudiendo mantenerse la mejoría hasta por un año.
Si los cambios conseguidos no fueran considerados suficientes por el paciente y es factible de mejorar aún mas según opinión del médico tratante, es factible realizar hasta dos sesiones adicionales, con intervalos de un mes. Si desea mantener la nueva piel rejuvenecida a largo plazo será necesario repetir un ciclo de tratamiento cada año.
Al ser un tratamiento realizado con la sangre del paciente, se reducen los riesgos de efectos adversos por completo, además, por su composición, la formación de hematomas o cicatrices no es frecuente.